DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL CORAZÓN
La alumna de tercer año del Polimodal AILIN SEIBANE, le regaló estas sentidas palabras al Colegio, para homenajearlo:
Pensar en la escuela es pensar en aquellos lugares donde pasé muchos años de mi vida. Si me pongo a sacar cuentas, podría decir que, como hace desde los 3 años que vengo, 4 horas por día, 5 días a la semana, 9 meses al año, he pasado aproximadamente 10.080 horas enteras de mi vida adentro de este edificio que este mes cumple sus 100 años de vida.
Pero no me puedo quejar, porque estas horas no han sido precisamente horas perdidas. Al principio, usábamos nuestro tiempo para aprender jugando, cantando, bailando, y disfrazándonos de señores y señoras grandes, con los tacos y la escoba, sin dejar ni una pelusa en la salita que compartíamos. Por supuesto, después de jugar había que recuperar fuerzas con el mate cocido y las galletitas Boca de Dama, aunque de vez en cuando alguien cumplía años y su mamá lo festejaba trayéndonos torta. De más está decir que, de toda la porción, la mitad se quedaba pegada a nuestros pintorcitos bordados con el nombre de cada uno.
Después, aprendimos a hacer menos enchastre y también aprendimos los colores y las formas, y entonces llegó la primaria. Me acuerdo del primer día: ¡Que emoción con el uniforme nuevo, impecable! Seguimos aprendiendo, y así pasamos de primero, con la Seño Susana, a segundo, con la Señorita Graciela. De ahí a tercero, con Coca y después Guille. Por supuesto, entre clase y clase estaban los recreos, para jugar a la payana o al ladrón y poli, y para comprarse un montón de golosinas en el kiosco.
Otros momentos inolvidables eran los actos, cuando nos disfrazábamos de paisana, o de árbol, o de negra mazamorrera, y toda la familia nos iba a ver y nos sacaba docenas de fotos. Años más tarde pensaría: ¿Quién me mandó a mí a disfrazarme de eso? ¡Qué escracheee!
Poco a poco fue pasando el tiempo, y fuimos creciendo, en altura y también en otras cosas; pasamos de ser nenes a ser adolescentes. Empezamos el polimodal, que a mitad de camino se arrepintió y volvió a llamarse secundario. Ahora, en vez de maestras teníamos profesores. ¿Que había pasado? ¿Habíamos crecido? Tuvimos compañeros nuevos, y otros que se fueron; teníamos los amigos de siempre, que por supuesto habíamos conocido en la escuela, y además podíamos hacer otros nuevos.
No se cómo, los años pasaron, y yo no me di cuenta. Ahora estoy en tercero, a un paso de decidir que voy a hacer con el resto de mi vida, y me parece que fue ayer que la abuela me traía al Jardín, pero todo es diferente. Me pregunto si vos, escuela, te habrás dado cuenta de que pasó el tiempo... ¿Es como si nada hubiese cambiado de 1908 hasta ahora?.. ¿O le pesan cada vez más los años al edificio ese que te sostiene? ¿A veces te dan ganas de dejar todo por un tiempo, para poder descansar? ¿Sentís que no vale la pena seguir enseñando, porque este mundo ya no tiene vuelta atrás?
Si es así, te pido que no abandones, que no prives a esos que todavía no caminan de pasar en tu patio momentos tan hermosos como los que pasé yo. Te pido que les des la oportunidad de conocer amigos que no olvidarán por el resto de su vida. Te pido que les des las herramientas necesarias para enfrentarse con el mundo. Te pido que les regales a muchas maestras más la oportunidad de cumplir su vocación y enseñar. Te pido que dures, por lo menos, 100 años más. ¿Será mucho pedir?
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